A horas cercanas en el
estadio El Campin se palpita de manera vibrante esta gran final del torneo
colombiano entre Independiente Santa Fe y el Deportivo Pasto.
El estadio estará a su
máxima capacidad y los simpatizantes han ido entrando de manera fluida y sin
ningún contratiempo inesperado.
Las autoridades han alertado
de manera masiva el no comprar las entradas a los revendedores, pues hay un muy
alto porcentaje de adquirir boletas falsas. Por eso el alto despliegue policial
en la zona, con más de 3.000 uniformados.
Casi 37 años son una vida, y para algunos,
una eternidad, sobre todo para la frenética y sufrida hinchada de Santa Fe, que
ha envejecido con un grito atorado en la garganta: el alarido de ¡campeón!
Este domingo es el momento de ponerle fin
a ese rugido contenido y, de paso, a las décadas de frustraciones; a tantas
tardes de impotencia; a las noches de lágrimas; a los segundos de rabia. 90
minutos separan al pueblo cardenal de su redención.
Los 11 guerreros de Santa Fe desafiarán el
paso del tiempo. Si triunfan, su lucha será inmortalizada, quedarán en la
historia y desatarán una locura colectiva: la catarsis del sufrido hincha.
Pero si caen, quedarán en los gigantes
libros de las frustraciones cardenales. En eso ni se piensa. "En dos
ocasiones recientes la afición lloró de tristeza... Esperemos que ahora llore
de alegría" fue la frase nacida del corazón del volante Daniel Torres,
recordando los intentos fallidos. 'Veo que ya celebran...'
El rival, Pasto, tiene una sólida armadura
y peleará. Es una seria amenaza. Cedieron en la primera batalla, en el 1-1, en
su territorio, pero llegan a Bogotá con confianza. "Veo que (Santa Fe) ya
está celebrando y no sé por qué si aún no son campeones. Nosotros trabajaremos
con humildad e iremos a El Campin, como lo hemos hecho en otras plazas, a
conseguir el resultado que nos permita ser campeones", dijo, desafiante,
el delantero Edwards Jiménez.
Su confianza intimida. Es el goleador que
quiere ser verdugo. Seguramente Pasto se expondrá a un carnaval local. El Campin
será un recinto sagrado y emotivo.
Un 'Olimpo' de santafereños ansiosos por
desatar la euforia reprimida. Las tribunas estarán repletas; las banderas
expondrán sus mensajes de lucha, de amor, de pasión.
Los hinchas, ausentes por años, escondidos
por décadas, estarán de vuelta y representarán a los ausentes, a los que ya no
están, a los que no lo vieron campeón.
Todos sacarán pecho, lucirán su
parafernalia: bulliciosos y exultantes contagiarán a los suyos.
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